Número 1, febrero-marzo de 2022. Lecciones aprendidas
Lecciones aprendidas
Con el espíritu de una constante renovación y sustentados en nuestra historia de más de 42 años, iniciamos la época VI de la revista Casa del tiempo, nacida en septiembre de 1980 bajo la guía de Carlos Montemayor. Hemos hecho un rediseño de su formato y un replanteamiento de sus secciones bajo la consigna de continuar nuestra encomienda: difundir lo mejor de la cultura en México, contribuir al debate de las ideas y propiciar la formación de lectores activos y críticos desde la Universidad Autónoma Metropolitana.
En el número de febrero-marzo, mediante una convocatoria abierta, nos propusimos abordar en las secciones Dossier e Imagos la experiencia colectiva de la pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2. Por tanto, incluimos una muestra diversa de testimonios, relatos e imágenes en torno a la enfermedad y sus vicisitudes, el confinamiento y sus desigualdades, las numerosas pérdidas y, sobre todo, las lecciones aprendidas durante los últimos dos años.
En la sección Travesías, Miguel Ángel Flores Vilchis revisa los intersticios del Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga en vísperas de su cuarenta aniversario; Carmen Cebreros detalla el proyecto del grupo de música electrónica Encounters y la experiencia inmersiva durante su presentación en la Galería Metropolitana. David Sánchez Kidwell analiza el arte y la política del filme Copia fiel, del cineasta iraní Abbas Kiarostami, de 2010.
En Fractales, Marina Porcelli nos entrega la tercera parte de su serie “Leopardos en el templo o la ceremonia interminable” sobre la materia de los sueños y las pesadillas; y en Ágora, Freja I. Cervantes bosqueja una breve historia de la emblemática colección editorial Molinos de Viento.
En Contraluz, revisamos obras de Alejandra Pizarnik, Mariana Bernárdez, Yásnaya Aguilar Gil, Alejandra Eme Vázquez, Salomé Esper, Ana Laura Pérez Flores y Paul Beatty.
En el suplemento electrónico Tiempo en la casa: “Aníbal, cuando África amenazó a Roma”, de Roberto García Jurado.
De “Tres notas sobre pájaros”
Diana del Ángel
nota medicinal
Reparar un ala rota es casi tan difícil como sanar una infancia miserable. Normalmente, se utilizan incrustaciones de placas de metal o tornillos; la desventaja es que cuando los pájaros vuelan se inclinan hacia el ala operada, por el peso de los injertos. Nuestro lado cojo siempre queda expuesto a pesar de las muchas terapias. En Irán, un grupo de cirujanos especialistas en aves descubrieron que es posible reparar las alas insertando pedacitos de huesos de ovejas[1] y de perros[2]. Aunque el procedimiento no es sencillo, es mucho más barato que otros y los huesos de mamíferos se adaptan muy bien a los del ovíparo, al grado de que pueden volar casi a la perfección. Todavía en fase experimental, una aplicación de esta técnica a la vida humana, podría contemplar injertos de huesos, piel y órganos para soldar los traumas del pasado. Unificación de las especies. Una forma del extractivismo llevada cuerpo adentro.
De “Tres poemas”
Manuel Becerra
ornitomancia, mensajes por adivinación
Mi esposa trajo a casa una paloma.
Le dimos agua, arroz. Su casa ahora es una
antigua caja de leche. Fuimos
ingenuos al pensar que se trataba
de un ejemplar adulto
herido a voluntad de un felino salvaje.
Fuimos de igual manera impertinentes
en subirla a la silla e incitarla a volar.
—La sueño desollada en una pesadilla—
Es ciega entre lo oscuro y crece a deshoras, crece
mientras dormimos,
desarrollando un llamado en su pecho profundo
dirigido al varón, ojos de saurio,
o la hembra escondida entre los álamos.
Aprendimos con ella, por lo tanto,
paso a paso el hábito de crecer.
No podemos tocarla, sin embargo.
El pájaro se ofende si cruzamos su espacio.
Una soberbia antigua, que desconoce pero la precede,
marca con claridad la división
entre los seres de tierra y de aire.
No renuncia a su reino por el nuestro.
No trajo ningún mensaje consigo.
Ese no traer nada bajo el ala es el mensaje.
Nada es lo mismo o nada debiera ser lo mismo.
Algo, mediante el vuelo, se desplaza
de lo alto del armario a la silla natal.
Es otra la mujer que doblaba la esquina
con la paloma a manos llenas
y yo, por consecuencia, es otro.
Su diálogo y el nuestro, animal bifurcado,
en sueños insinúan con encontrarse.
Crece dentro del cuerpo un nuevo idioma.
Nos toma por asalto el sonido que es diálogo,
el diálogo que aspira
sin ataduras al zureo de las palomas.
[1] A decir verdad son los restos de ovejas sacados de los mataderos.
[2] Usaron los cuerpos de perros que habían sido eutanizados, ya fuera por enfermedad o abandono.
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