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El libro objeto y las otras formas de leer

El libro objeto y las otras formas de leer

En 2007, el reconocido historiador del libro Roger Chartier se preguntó: “Pero, ¿es un libro solamente un texto?”. Esta inquietud, que se ha intentado resolver desde hace tiempo, sirve de pre-texto para hablar de los libros objeto y las otras formas de leer. Décadas antes de Chartier, Raúl Renán intentó en Los otros libros definir la naturaleza rebelde de muchas publicaciones que no responden a lo que habitualmente reconocemos como libro en términos bibliográficos: textuales, materiales y de formato. Esos otros libros, a decir de Renán, adoptan nuevas e insospechadas formas y cumplen intenciones de producción y circulación distintas.

 

Dice Renán:

Si hacemos un recorrido entre las expresiones que los otros libros hechos en México adoptaron, hallaremos los más diversos ejemplos. Hojas sujetas en uno de sus ángulos superiores con un cordón textil. Hojas sueltas, cada una otro libro, que a modo de colección hallan su anaquel en una bolsa de mandado. Hojas sueltas en una caja plegada. Un acordeón de impresión irregular. Fragmentos de periódicos recortados y reimpresos con tinta de color, dignos de pertenecer a la tradición del palimpsesto. Un pliego-libro, cuyas hojas son cuadros regulares que el lector une a su libre voluntad. Libros hechos con hojas de maíz. Libros-carpetas, que en sus páginas o cubiertas incluyen botones y abanicos pegados. Pliegos impresos con miembros del cuerpo humano. Cada caso es una idea particular que niega la forma tradicional del libro desde su creación en la imprenta de Gutenberg.

 

También llamados libros objeto o libros de artista, dichas publicaciones se hallan en un sitio intermedio entre la edición y las artes plásticas, entre el mercado editorial y el mercado del arte. Su valor reside, entre otras cosas, en su peculiaridad y su valor como objetos (muchas veces se producen en una acotada cantidad o se trata de ejemplares únicos); se caracterizan, también, por permitir a los lectores una experiencia textual alternativa –o la falta de texto, en ciertos casos– y la interactividad visual, sonora, táctil e incluso olfativa, El carácter impreciso de los libros objeto hace que su definición sea mutable y escape a los deseos de fijarla y determinarla. Para Renán, acercarse a uno de estos libros “concluirá en alguna lectura siempre distante de la estancia cubicular y silenciosa de la biblioteca”.

¿Cómo leerlos?, es la gran pregunta. Los libros objeto o de artista proponen nuevos códigos visuales, uso alternativo de técnicas de impresión, de tintas y color, o encuadernaciones que rompen el formato códex (que, en Occidente, han adoptado casi todos los libros desde la invención de la imprenta); en términos textuales, estos libros alteran o intervienen la idea de texto y dicho quiebre implica modificar nuestras prácticas de lectura. Quien lee un libro objeto o de artista está dispuesto a entrar en el mismo código que sugiere su creador. En México, artistas como Rini Templeton, Felipe Ehrenberg, Vicente Rojo, Carla Rippey, Magali Lara, Ulises Carrión, Patricia Lagarde o más recientemente Verónica Gerber, Xanic Galván, Vanessa López e Isela Xospa han explorado esta práctica bibliográfica disidente.