Las antropologías feministas siguen el pulso de sociedades complejas y contradictorias
Antropologías feministas en México: Epistemologías, éticas, prácticas y miradas diversas sintetiza momentos e historias compartidas y de experiencias personales, en el que se entretejen la voluntad de ser, la pasión por saber y la necesidad de actuar de cerca de 50 antropólogas del país, de acuerdo con las coordinadoras de este libro editado por las unidades Iztapalapa y Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El título –compilado por Lina Rosa Berrio Palomo, Martha Patricia Castañeda Salgado, Mary R. Goldsmith Connelly, Marisa G. Ruiz-Trejo, Monserrat Salas Valenzuela y Laura R. Valladares de la Cruz– está enunciado en plural, porque las antropologías feministas “son vibrantes hoy en día”, pues siguen el pulso de sociedades complejas y contradictorias, son sincréticas, híbridas, interdisciplinarias, pero también profundamente disciplinarias.
Las antropólogas “somos diversas, nos ubicamos en distintas posturas teórico-políticas, llevamos a la práctica múltiples formas de indagación, nos interesamos por los más disímbolos problemas y, sobre todo, nos comprometemos con las mujeres y los colectivos con los que nos relacionamos, las más de las veces mucho más allá de los planos formales del trabajo profesional, dijo la doctora Castañeda Salgado, integrante del programa de investigación feminista del CEIICH de la UNAM, en nombre de las coordinadoras.
Al hacer colectivo del libro “también hay ‘deshaceres’ derivados de las posiciones críticas que hemos creado en torno a la antropología de corte androcéntrico, con todas sus implicaciones” y se entrelazan varios diálogos entre autoras de diversas generaciones, procedencias e identidades.
La antropología feminista como campo de conocimiento y las antropologías feministas como desarrollos particulares dentro de ese campo, se desenvuelven dentro y fuera de la academia a través de procesos institucionales y de redes heterogéneas y plurales, puntualizó.
Sus líneas de trabajo, sus prácticas de investigaciones y sus elaboraciones conceptuales son amplias, complejas y en constante renovación, debido a que se remiten a realidades contradictorias cambiantes.
El libro, dijo Castañeda Salgado, surgió del ejercicio de mapear las antropologías feministas en México, “hacer nuestras líneas del tiempo y trazar nuestros propios cuerpos” y está organizado en cinco secciones a través de las cuales “quisimos reunir los aportes de las autoras con base en ejes temáticos”.
La primera de ellas se centra en las epistemologías feministas; la segunda aborda las posturas éticas; la tercera enfatiza la relación entre las protagonistas de emplazamientos problemáticos clave en contextos multisituados; la cuarta se enfoca en las experiencias narradas en primera persona por parte de entrañables colegas que han contribuido al desarrollo de la antropología de las mujeres en distintos espacios, mientras que en la última parte se da cuenta de las expresiones contemporáneas de la violencia, “tema acuciante en nuestros días”.
“Confiamos en que los textos reunidos contribuyan a las reflexiones entre antropólogas feministas, pero también con personas interesadas por adentrarse en nuestro campo desde otras posturas antropológicas”, señaló.
La doctora Guadalupe Huacuz Elías, académica de la Unidad Xochimilco y titular de la Defensoría de los Derechos Universitarios de la UAM, destacó que el libro es un recorrido por narrativas dialógicas “que considero recupera el sentido de aquella frase de que, en el feminismo lo personal es político y yo diría también es académico”.
La metodología utilizada llamada de investigación-acción o investigación colaborativa o centrada en el actor, que caracteriza a algunos de los textos del libro, tiene antecedentes en la militancia feminista, pues quienes escriben trabajan por los derechos humanos de las mujeres y “a todas las he encontrado en una marcha, en un congreso o haciendo política en algún lado”.
La narrativa autobiográfica ha sido un género privilegiado en varios pasajes, por ejemplo en los diarios de campo y en las indagaciones “en las que las informantes devienen en nuestras aliadas, confidentes, amigas, compañeras de viaje, como lo muestran Goldsmith Connelly, Verónica Rodríguez y Estela Casados, quienes refieren que este quehacer femenino también nos permite comprender cómo se engarzan en su experiencia las dimensiones de violencia institucional, el racismo y la discriminación”.
La profesora destacó que dichas autoras apuntan sobre la empatía y la importancia de mantener un diálogo de saberes con quienes “estamos construyendo conocimiento”; curiosamente este modo de hacer trabajo de campo ha sido devaluado por ciertos especialistas y “diría que no sólo eso, sino la forma de hacer antropología en general, debido a que consideran que este tipo de estudios son de menor calidad”.
El conocimiento antropológico continúa privilegiando los metarrelatos de occidente, en México el trabajo de campo tiene cada vez más problemáticas, sobre todo “en contextos de violencia extrema en los que vivimos” y en ese sentido, las colegas con quienes se trabaja en colonias populares, por ejemplo, son muy relevantes porque son acompañantes clave para nuestra seguridad y, por lo tanto, para realizar nuestra labor”.
Algunas feministas como las que escriben en el libro, hacen una crítica severa al conocimiento antropológico tradicional falocéntrico y recuperan la tradición de sus “ancestras” y tejen estudios profundos para desmitificar los argumentos, descalificadores del canon en esa disciplina.
Con excelentes y complejos artículos comprueban el valor académico producido desde el cuerpo y el corazón, cuestionando las producciones de las obras centradas en la racionalidad androcéntrica. Además entre las líneas de este libro saltan múltiples argumentos que van más allá de la discusión académica sobre la validez científica de las narrativas e investigaciones realizadas y escritas por mujeres.
“Afortunadamente las ‘ancestras’ hoy permiten reconocer que a lo largo de la historia un número significativo de autoras se han sentido atraídas por esta forma de escritura, pues durante siglos, su pluma ha llenado páginas de diarios personales, cartas, notas y apuntes en los márgenes de los textos en los que indican fragmentos de memoria que dan cuenta no sólo de su cotidianidad y experiencia de vida, sino también de la realidad sociocultural y económica de su tiempo”.
La obra, en ese sentido, será un referente sustancial para “quienes investigamos desde las ciencias sociales, más allá de la antropología”.
En la presentación estuvieron también la maestra Lizbeth Hernández Cruz, coordinadora nacional de Mujeres Indígenas, y la doctora Goldsmith Connelly, académica del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco, quien moderó la mesa.