Casa del tiempo, año XLIII, vol. II, época VI, número 14, abril-mayo de 2024
En abril y mayo, a propósito de los cien años de la publicación del Primer manifiesto
surrealista, redactado por André Breton en 1924, dedicamos las secciones Dossier, Travesías y
el suplemento electrónico Tiempo en la Casa a una conversación sobre los rastros del
surrealismo en las artes de América Latina y su influencia hasta hoy. El diálogo resultó
fructífero y abarca desde unos imaginarios funerales de Bretón, indagaciones precisas en la
literatura de Alejandra Pizarnik, Leonora Carrington, Mario Levrero, Héctor Viel Temperley y
los poetas infrarrealistas, pasando por la estructura del filme La fórmula secreta, de Rubén
Gámez y Juan Rulfo, la valoración y el análisis de las obras de Leonora, Remedios Varo y
María Izquierdo, y hasta el hallazgo de un precursor del surrealismo en nuestras tierras en la
figura del artista Giorgio de Chirico.
En Imagos, Henri Eric Hernández nos presenta el proyecto Materialidades atemporales,
instalado en la Casa del tiempo, compuesto por tres exposiciones: Todo es aparente, de Carlos
Gutiérrez Angulo, Rituales, de Fernando Esteban, y Voces del bosque, de Emiliano Nava.
Yissel Arce Padrón examina, en Ágora, las obras exhibidas en la muestra Dos miedos.
Escucha y silencios en los ensayos fotográficos de Marta María Pérez y René Peña, de la Casa
de la Primera Imprenta de América.
Adriana Galván, en Fractales, nos confía el contenido de su diario personal donde
consigna sueños recurrentes y sesiones de análisis psicológico para construir su propio caso
clínico; Víctor M. Gálvez Peralta desmenuza la figura del poeta y el espacio público a partir de
su lectura de No me preguntes cómo pasa el tiempo, de José Emilio Pacheco; Claudia Puente
Navarro polemiza sobre propiedad intelectual, apropiación honesta, plagio y robo de
información desde la intertextualidad y la metaliteratura; y Ernesto Juárez Rechy nos invita, en
“Micropaisajes”, a practicar “un tipo diverso de turismo que consiste (…) en volver a mirar lo
conocido y encontrar lo que había permanecido intacto”.
En los Umbrales, cuatro poemas de Ingrid Valencia.
A Contraluz, obras de Gabriela Cabezón Cámara, Donovan Hernández Castellanos y
Liliana Blum.
Dos poemas
Ingrid Valencia
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FATO PROFUGUS
Como un pianista que teje sus invisibles huellas mientras desplaza las manos,
he colgado mis ojos sobre las piedras antiguas de una civilización perdida y he
orado por los trazos aún vivientes que rasgan mi piel. Mis heridas rupestres van
adheridas al sonido de aquel viento filtrado de entre las rendijas más
irreconocibles y borrosas. Quizá la cuerda que jala la nota también sea parte de
algún interior extraviado que, al igual que el mío, sirva de instrumento para el
alma de quien lee.
Porque, a veces, también soy las entrañas vivas y dolientes que los otros estiran
para hacer sonar su música.
EL TIEMPO HISTÓRICO
Hay tantas clases de hambre. En primavera todavía más. Pero ahora ya ha pasado.
Ponerse a recordar, eso sí que es una especie de hambre.
Ernest Hemingway
El tiempo histórico es un cuadro dibujado por los dedos temblorosos de un
niño que soñó con ser un hombre resguardado entre los arbustos de una guerra
que no comprende, oyendo el movimiento pendular de las contradicciones que
narran con altavoces el suceder, el parpadeo. El cuadro pende de un hilo, lo
estira el hambre, lo embalsaba la misma mano que saluda al niño a la distancia.
Lo coloco en este muro blanco en donde apenas caben sus inundadas huellas
por detrás de los pigmentos.
Si lo miras fijamente, parecerá que aún sopla el viento entre las parcelas y el
cableado.