Casa del tiempo, año XLII, vol. II, época VI, núm. 8, abril-mayo de 2023
A propósito de los ciento cincuenta años de la publicación íntegra de la novela La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne, invitamos a nuestros lectores a lanzarse nuevamente a los caminos de la mano de una aventura que inspiró a una generación; a emprender un viaje interior hacia el centro de la palabra o una breve visita guiada a una vasta obra; a someterse a un extravío de reconocimiento personal o a un exilio imaginario sustentado en hechos históricos; a acompañar una incursión fallida a un pueblo mágico mexicano; o a conocer los fundamentos de una agencia de viajes adecuada a los nuevos tiempos.
En Travesías, Mariana Martínez discute en torno a la condición de ser mujer en México a partir de las cintas Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón, y Noche de fuego, de Tatiana Huezo; y Carlos Alberto Rodríguez reseña el documental Moonage Daydream, de Brett Morgen, sobre la vida de David Bowie.
En Imagos reproducimos obras de las artistas gráficas Ana Barreto e Idalia Candelas exhibidas en la muestra “Relatos gráficos: diálogos feministas” de la Galería Felguérez de la Rectoría General de la UAM.
En el Ágora, Celia González discute sobre la destrucción, en 2021, de “A pesar de ser un niño bueno, yo no conocí a los Reyes Magos”, una serie de acuarelas del artista cubano Luis Manuel Otero; y Omara Corona aboga por una memoria trans que insista en la ficción tras su lectura de Soy una tonta por quererte, libro de relatos de la argentina Camila Sosa Villada.
En Fractales, Brenda Ríos elabora la crónica de un vía crucis inmobiliario en la Ciudad de México; Alejandro de la Concha nos alerta sobre el precio de nuestras preguntas y respuestas en Google; y Alejandro Badillo nos acerca a algunas obras emblemáticas de la literatura caníbal.
A Contraluz, obras de Camila Henríquez Ureña, Araceli Mancilla Zayas, Elena Guiochins e Ingrid Bringas.
En el suplemento electrónico Tiempo en la casa: “México: ese viejo espacio beat”, de Ricardo Donato M. Plata.
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Araceli Mancilla Zayas
El aire tibio,
la carretera.
¿Por qué las carreteras alientan
los signos?
Huertos de limones cerca del mar;
el cielo en actitud
de haber agotado el mundo.
Hay pausas que encierran
todo el deseo de recibir:
“tienes que verlo. Lo busqué para ti.
Te ha estado esperando.”
El aire frío, ahora,
a punto de atardecer.
Otra carretera,
más cerrada y sinuosa.
Los muretes de los cerros:
laderas y sus ramos de helechos.
En los llanos dormitan
cultivos de frambuesa.
Las cañadas ocultan,
—¿avergonzadas?—
las viejas fincas
convertidas en hoteles de lujo
para extranjeros.
Sus alrededores albergan pistas clandestinas
con aviones privados.
Hacia arriba,
van poblándose de bosque los campos.
En una recta, aparece:
enorme.
Creado con la tierra
del fondo de la tierra.
No dice nada el paisaje
pero callando, dice:
“Es tuyo”.
Detengo el automóvil
para soltar mi asombro.
Abro la puerta.
Echo a correr,
levanto polvo.
Sigo la parvada de pájaros. Se dirigen a…
¿Cómo saber a dónde se dirige un pájaro?
Van.
Voy. Recto.
Si pudiera abrazarlo lo haría.
Si pudiera besarlo, también.
El volcán es mi amante;
soy suya.
Me esperaba.
Me espera, igual que tú,
Ciervo.
(De La casa del Ciervo, México, uam, colección Molinos de viento, 2022.)