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Los objetos cotidianos de Leonora Carrington adentran al universo de su vida.

Los objetos cotidianos de Leonora Carrington adentran al universo de su vida.

Para Leonora Carrington, cocinar era un proceso lúdico, experimental e irreverente; de ello da cuenta el libro La cocina alquímica (o cómo salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington, editado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La doctora Alejandra Osorio Olave, coordinadora del texto, expuso en entrevista que “Leonora nunca deja de sorprendernos” y con esta publicación se muestran, por un lado, algunas de las llamativas referencias al acto de cocinar en su obra pictórica, y por otro, una recopilación de las recetas cotidianas que preparaba para agasajar en casa a familiares, amigos e invitados en distintas etapas de su vida.

Su obra está obviamente en sus gráficas y sus esculturas, pero también en sus objetos de vida cotidianos –de los cuales existe un gran número en la Casa-estudio Leonora Carrington, de la UAM– “que nos permiten adentrarnos al universo de su vida, de ella como persona, artista, madre y creadora.

Justamente el hecho de que siga dando tanto de sí, tiene que ver con la construcción de esta figura multifacética, pues no sólo era una pintora o una escultora, sino una mujer muy dedicada a su casa y a sus hijos y es esa faceta la que es abordada en este libro, apuntó.

En el mismo participan también Itzel Alejandra Jiménez Loranca, América Fabiola Sánchez León y Maricarmen Rosas Juárez, tres ex alumnas de la Maestría en Diseño, Información y Comunicación de la Unidad Cuajimalpa, quienes ya habían realizado como tesis un proyecto de museografía interactiva sobre la pintora.

Debido a que “se encantaron tanto con la vida y la obra de la artista, cuando les planteé la idea de hacer un recetario, decidimos aventurarnos” en este propósito; ellas apoyaron mucho con las entrevistas y el diseño de las recetas, cada una acompañada con un gráfico, dijo la académica del Departamento de Ciencias de la Comunicación.

Al iniciar la investigación “nos dimos cuenta de que son muchas las alusiones que hace Carrington al acto de cocinar equiparándolas con las de pintar”. De hecho, en muchas entrevistas comentó que para ella una y otra actividad eran igual, era mezclar ingredientes; solía utilizar una técnica llamada “témpera” que se hace con yema de huevo, y existe un video en el que se la ve en su estudio preparando este menjurje con el que combinaba distintos pigmentos para después pintar.

Esto permitía una luminosidad en el acabado de los colores que tienen en particular sus cuadros; es una técnica renacentista que aprendió cuando era joven y muestra que para ella la cocina y el estudio eran un símil, un lugar de experimentación.

Con su amiga Remedios Varo hizo muchas pruebas y recetas como las realizadas para atraer el amor o para los sueños eróticos, entre otras que entre las dos hicieron de manera muy lúdica, expuso la doctora Osorio Olave.

Además, en su biografía y en algunas cartas a las que accedieron, Carrington habla mucho del acto de cocinar. En París, cuando vivía con Max Ernst invitaba a sus amigos y preparaba platillos ingleses antiguos a partir de un recetario del siglo XV que había conseguido.

Eran recetas muy extrañas, pero reales y sus hijos comentan que su mamá era una gran cocinera a la que le encantaba experimentar. Su relación con la cocina no es algo tan secreto, “simplemente lo que hicimos fue ordenar el libro a partir de tres momentos en su vida“.

La primera parte Amar y devorar responde a la etapa “de una joven Leonora en la que se retoman frases que aparecen en algunos de sus cuentos sobre preparaciones imposibles, como unas tartas de anémonas o un lechón relleno de ruiseñores”, así como textos en los que retoma lo que los personajes hacían alrededor del arte culinario “y eso lo vemos en su literatura, pintura y escultura”.

Una segunda parte, Compartir y crear, recoge las recetas de una Carrington un poco más adulta y ya radicada en México, las cuales “recreamos con todas las voces que se sentaban a la mesa, ya que su hijo Pablo relata que les hablaba en inglés, ellos respondían en francés y cuando había amigos húngaros se comunicaban también en húngaro”.

La tercera parte, Envejecer y reconocer, refiere a una “Leonora adulta y se hizo con base en una serie de recetas proporcionadas por Yolanda Gudiño, la señora que le ayudaba y estuvo con ella en los últimos años y quien nos comentó qué se cocinaba en la casa, pues una vez que ya había dejado la carne se preparaban principalmente platillos vegetarianos con un sesgo mucho más casero, no tanto experimental”.

De esta manera, en el libro “encontramos una especie de recreación de ciertas facetas en su vida, donde las recetas van apuntalando momentos biográficos o artísticos significativos”.

Hay muchos temas en Carrington que tienen que ver con la alquimia y la transformación de los alimentos, siempre anduvo buscando estos temas y definitivamente la cocina como espacio en la casa y el acto de cocinar eran para ella lugares de subversión femenina, no de sometimiento, sino todo lo contrario, era el lugar donde se comunicaba con otras voces femeninas, con otras tradiciones y con otras diosas.

El título del libro refiere a una frase de André Bretón, quien relata a partir de una reunión que tuvo con la pintora, que ella “cocina frenéticamente, como tratando de salvarse de la hostilidad del conformismo”.

Este libro es parte del proyecto académico de la Casa Estudio Leonora Carrington y es “una probadita de lo que podría convertirse en un recetario más grande”, comentó la doctora Osorio Olave.