La edición de libros electrónicos, retos y oportunidades
Hay quien le augura la muerte al libro físico. En una época en que distintas funciones de la vida cotidiana se resuelven gracias a los aparatos electrónicos personales, ¿por qué no volcarse a la lectura digital? En su reconocido libro La máquina de contenido, Michael Bhaskar menciona que uno de los mayores desafíos para los y las editoras del siglo XXI será su adaptación al contexto digital. Ese porvenir, dice, nos parece ya inmediato. La desmaterialización del contenido lo vuelve maleable, actualizable, transferible. Fluido, en suma. Lo cierto es que no se trata de algo nuevo: en 1949 el italiano Roberto Busa, en colaboración con IBM, impulsó el proyecto del Index Thomisticus, un trabajo de corte lexicográfico alrededor de la obra de Santo Tomás de Aquino. A lo largo de treinta años, Busa utilizó tarjetas perforadas para almacenar más de diez millones de palabras, que con el paso de las décadas pasaron primero al CD-ROM y más tarde al almacenamiento digital. En 1993, un libro del ensayista inglés Thomas de Quincey, Del asesinato como una de las bellas artes, se convirtió en el primer libro digital publicado; Zahur Klemath Zapata, de origen colombiano-estadounidense, desarrolló el programa Digital Book v1, que abrió paso a un formato nuevo, el DBF, antecedente de formatos más conocidos hoy, como el mobi y el epub.
Aparatos como el Kindle, de Amazon o el iPad, de Apple, gozan de gran popularidad y plantean alternativas a la venta de libros convencional: al acceder a tiendas en línea que facilitan los canales de distribución de las obras, los lectores pueden hallar con rapidez títulos que, ya sea por no distribuirse físicamente en una librería cercana o por estar agotados en su formato impreso, pasarán a sus lectores electrónicos en menos de un minuto.
Una de las ventajas de la lectura en formato electrónico es la gran capacidad de almacenamiento: un lector puede guardar miles de libros digitales, mismos que en una habitación ocuparían un amplio espacio. La portabilidad permite a los usuarios llevar su biblioteca entera en el transporte público, o de vacaciones a la playa más distante, sin la necesidad de cargar con el peso del papel y las tapas.
El desarrollo de la tecnología de tinta electrónica (o papel electrónico, o e-paper) permite que la diferencia de lectura entre un libro en papel y uno electrónico apenas pueda diferenciarse, gracias a la nitidez en la pantalla y la posibilidad de cambiar o aumentar el tamaño de las tipografías. Frente a las características propias de la edición en formato impreso, lo digital propone a los editores la capacidad de experimentar y ofrecer nuevas experiencias de interacción: desde formatos mixtos –como libros impresos que incluyen códigos que permiten al usuario continuar su experiencia de lectura en un aparato digital– hasta libros-juego, aplicaciones o plataformas enteras diseñadas para ampliar la experiencia de lectura, la inmersión en el libro digital es un panorama cada vez más acudido, que desborda textualidades y materiales gráficos.
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