Ingenio, humor, camaradería y desparpajo, elementos distintivos de la poesía de Eduardo Casar
Con la reedición de Parva natura –como parte de la histórica colección Molinos de viento de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)– “tengo un pretexto adicional para volver a leer los 29 poemas de Eduardo Casar en el mismo orden y sin modificación alguna, tal y como lo consigna el autor”, expresó el también poeta Ernesto Lumbreras.
En la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2023, comentó que esta nueva edición respeta lo que dice el autor en relación con que no le gustan las reediciones “en las que el autor modifica sus modelos, porque si uno decidió que esos versos iban así, así hay que dejarlos, aunque solo sea porque uno ya no es aquel sino el antepasado del que los escribió”.
Y es que corregir o no corregir “en lo que concierne a mi condición de lector es que hay cambios en mis valoraciones y preferencias, pero también ramificaciones y el poema que abre la colección –Aquel departamento– me sigue pareciendo memorable, mismo adjetivo que doy sin regateos a Martillo y clavo, Después de las angostas oraciones y Ética a Nicómaco”.
El también ensayista y crítico de arte reconoció que en esas elegías “encuentro un reconocimiento del otro y de lo otro, de la alteridad, que somos incluso nosotros mismos por obra del pasado o del amor, apremiantes desdoblamientos de nuestro ser en la sombra que sigue nuestros pasos y en el esqueleto que nos aguarda”.
En la obra veo una declaración de principios del autor, una poética a la que Casar ha sido fiel: “hay que aislar una parte de la vida, una parte pequeña y contemplarla desmesuradamente como un loco sus uñas o como un capitán que busca en la marea de la cerveza la aparición de la ballena, en esa mirada atenta y demorada, el poeta localiza sus grandes maniobras: el prodigioso miligramo, la querencia frugal de lo mínimo y de lo íntimo”.
Sin duda, el ingenio y humor, camaradería y desparpajo son cuatro elementos que rebozan en la poesía de Casar, animados bajo mecanismos sutiles y eficaces, porque en sus versos es observable una conciencia de las posibilidades del decir y el no decir, como consigna precisamente en Parva natura esa cautelosa y necesaria reserva que dice: “ya se cansó el lenguaje, déjenle espacio, déjenlo que se vaya a solas a soñar caderas, que respire poema”.
El autor confesó que desconocía el significado de Parva natura –que quiere decir pequeña naturaleza– y lo llamó así porque “acababa de leer un libro de Vicente Gallego, poeta español que se llama Santa deriva, y me fui con el nombre que me gustó mucho e iba caminando y de pronto dije: caray, qué bien suena esto”.
Al contar a los lectores que acudieron a la presentación de esta nueva reedición de su poemario, Casar apuntó que lo mejor para aprender a escribir es platicarlo con los amigos, “nunca lo platiquen con alguien al que le caiga gordo porque van a encontrar defectos hasta en lo redondo de la o, la cuestión es que en el mundo de la escritura la competencia que es muy válida en términos deportivos o en licitaciones públicas cuando se hace esa competencia no juega”.
Recordó que a los 19 años escribió un poema para una chica que no lo aceptó e insistió al año siguiente con la misma negativa de la joven, pero pese a ello ha continuado escribiendo versos aisladamente.
La doctora Freja Cervantes Becerril, directora de Publicaciones y Promoción Editorial de la Casa abierta al tiempo, señaló que es un buen momento para releer esta obra de Casar y volverla a difundir en una colección emblemática para la universidad como es Molinos de viento.
Sobre todo, porque el próximo año para la UAM significa el 50 aniversario y en la FIL “estamos festejando Medio siglo de páginas en movimiento, además de honrar también de esa manera una colección que creó Carlos Montemayor”, puntualizó.