Ciertas posibilidades políticas y lúdicas orbitan en los textos de Casa del tiempo
Un fantasma recorre las páginas del número cinco de la revista Casa del tiempo: el espectro del manifiesto, que a través de la historia ha fungido como ariete ideológico o como género artístico y literario, condensando en sí mismo postulados y directrices de vanguardia, voluntades, principios y líneas de acción para encarar trabajos artísticos o políticos de cada era, asegura Hugo Heriberto en la editorial del último número de esta publicación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante la presentación realizada en la Casa Rafael Galván, Francisco López, jefe del Departamento de Diseño, dijo que cada número de esta revista es como los pasillos y habitaciones de una casa de huéspedes, donde cada día se reciben nuevos inquilinos que aportan sus textos, mientras el hogar se decora para lucir dignamente en cada ocasión que los recibe; por ello, desde la Dirección de Publicaciones y Promoción Editorial se busca que mantenga una fuerte personalidad, pero con estilos propios que sean atractivos para disfrutar de sus contenidos.
Héctor Antonio Sánchez, colaborador en diferentes épocas de la revista, afirmó que el manifiesto pone a orbitar ciertas posibilidades políticas y lúdicas a través de los textos que componen este número, cuyos acercamientos tienen que ver con una convicción política artística o con la mera irreverencia juguetona, pero que en conjunto revisan la figura del manifiesto formando un cúmulo nutrido y amplio en torno a esta idea.
Además, se refirió al gesto de sublevación más representativo de la historia en general y de la del arte, el puño alzado, el cual aparece en la portada y dignifica aún más los contenidos de la publicación, la cual ha sabido interpretar la propia memoria y el tiempo actual a través de gratos textos que ayudan a pensar en lo que se tiene de frente, pero también a repensarse a uno mismo y a los colegas de esta casa-revista, quienes reflejan parte de su interior a través de sus escritos.
Las temáticas abordadas responden a las necesidades inmediatas del tiempo, como el temblor, las migraciones y la pospandemia, entre otras, pero también a la reinterpretación del tiempo mismo y la memoria a través de bellos balances que rescatan la tradición literaria y artística, pero también política e histórica en México y fuera de él.
La escritora mexicana Aura Penélope Córdova refirió –al leer el tema de los manifiestos– cómo la posibilidad de un género literario despertó en ella sueños de juventud, que al pasar de los años se convirtieron en búsquedas por equilibrar la irreverencia, con arranques más literarios y menos dadaístas, lo que aterrizó en juegos de manifiesto literario que ya no caen –como cuando joven– en irreverencias.
Córdova, también colaboradora en distintos momentos de la historia de la revista, aseguró que en cada ocasión ha significado una experiencia formidable, por tratarse de una publicación que aglutina temas culturales y de literatura, de análisis y poesía, pero también ensayos, reseñas y textos de ficción, lo cual es una hazaña que se tendría que aplaudir, pues después de tantos años de mantenerse en pie se valora mucho la posibilidad de seguir hablando desde la franqueza y manifestando el sentir.
Jesús Francisco Conde de Arriaga, coeditor de Casa del Tiempo, explicó que de todos los temas que el equipo editorial desea abordar, es la misma revista la que va marcando el camino a seguir, sin saber exactamente el lugar al que se llegará, pero siempre con la certeza de que se tienen que incluir textos que reflejen a la sociedad, su temperatura vigente y lo que se está discutiendo en ese momento.
En el número cinco, los textos encuentran eco y resonancia en la era de los manifiestos, como el derecho a la protesta pública en Cuba, pues si algo caracteriza a esta nueva era de la revista es su capacidad de mantener una línea discursiva clara y con ideas que se van conectando entre ellas.
Alejandro Arteaga, narrador ensayista y editor mexicano así como editor de Casa del Tiempo desde 2010, afirmó que en una revista cultural quizá la parte más complicada y a la vez gozosa es pensar en qué tema se asignará al próximo número, considerando que sea estimulante para un conjunto de posibles colaboradores.
Llegando a la decisión final a través de una lluvia de ideas y también de ocurrencias, porque toda experiencia creativa nace de ocurrencias trabajadas o de imágenes que parecen al principio no ser nada, pero que junto a otras ideas colaboran para crear algo más complejo.
Esta nueva época de la revista fundada en 1980 por Carlos Montemayor, denominada por los mismos editores como la sexta, recibió un número importante de textos, tratándose de manifiestos específicos y de escritos que reflexionan sobre los ya existentes, repartiéndose así en distintas secciones a lo largo de la publicación.