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Casa del tiempo, año XLIII, vol. II, época VI, número 12, diciembre de 2023-enero de 2024

Casa del tiempo, año XLIII, vol. II, época VI, número 12, diciembre de 2023-enero de 2024

Con el ánimo de estimular un diálogo crítico a propósito de los 50 años de la difusión cultural en la uam, convocamos a los universitarios a responder algunas preguntas. ¿Cómo se han difundido, promovido y desarrollado en la universidad la literatura, la danza, el teatro, las artes visuales o el cine durante las últimas cinco décadas? ¿Cuáles han sido los retos, los obstáculos y las satisfacciones de esos esfuerzos? ¿Cómo se proyectan al futuro próximo? El saldo de esa convocatoria fue provechoso. Recibimos textos que, desde diversas posturas y realidades, emprenden un recuento general, cuestionan los proyectos fundacionales, abogan por la conservación del acervo artístico de la institución y se preguntan cómo involucrar en las artes a los miembros de la comunidad universitaria.

            En Travesías, Mariana Martínez Bonilla y Mayra Rojo reseñan dos cintas latinoamericanas recientes: Sanctorum, de Joshua Gil, y Herbaria, de Leandro Listorti. Por su parte, Carlos Alberto Rodríguez recorre la obra del cineasta canadiense David Cronenberg a partir de su última producción, Crímenes del futuro.

En Imagos, ofrecemos una selección de la obra del artista plástico Olivier Dautais —bajo una presentación de Juan Heiblum— incluida en la exposición “El caso de la primorosa impronta” que se exhibió en la Casa de la Primera Imprenta de América.

Víctor M. Gálvez Peralta, en Ágora, indaga en los textos de un puñado de extranjeros en nuestro país y sus proyecciones político-culturales del México posrevolucionario.

En Fractales, Marina Porcelli ensaya en “El asesino dentro de mí” una original explicación de nuestra necesidad por resolver un crimen; Maximiliano Sauza Durán, por otro lado, nos entrega sendos acercamientos ficcionales al trabajo creativo de tres maestros: Durero, El Greco y Rembrandt; Alina Dadaeva nos revela la curiosidad de Fiódor Dostoievski por el fenómeno social del espiritismo; y Daniella Blejer desarrolla una historia de sueños y viajes espacio-temporales en el relato “Narcolepsia”.

En el suplemento electrónico Tiempo en la casa, Vladimiro Rivas Iturralde revisita dilatadamente los cuentos del narrador ruso Antón Chéjov.

A Contraluz, obras de Claudina Domingo, Nora Coss y Héctor Fernando Vizcarra.

 

Poriomanía (selección)

Fátima López

 

[Digo palabra, mientras nace dentro de mí un lenguaje que se precipita desde el asombro. Vagabundos somos buscando, entre los escombros, nuestro verdadero nombre, aquella copia fiel que coincida exactamente con nuestro reflejo. Pronuncio yo y , como si el otro fuera un telar, pronombres vacíos, o el puente que me sostiene. He perdido el hilo para regresar a casa. No hay otredad. En esta cartografía, nada me corresponde.]

 

1

Odiseo, hijo de Laertes y Anticlea, pasó veinte años fuera de Ítaca. Constantino, hijo de Petros y Xapíkaeia, sugirió: pide que el camino sea largo.

Encomendándome a sus oraciones, empecé a caminar por la ciudad. En una suerte de misión de hilandera, tejiendo la cartografía de la urbe bajo las olas.

Le enciendo una veladora a la Virgen. Que me acompañe a bordar un arrullo entre mis pasos, a construir la urdimbre de sobrevivir.

 

Basílica de Guadalupe,

Colonia La Villa, CDMX

 

2

La luz del día se difumina sobre las fuentes de agua. Cuántas horas habrá pasado Odiseo contemplando la nostalgia. Las mismas que llevo sentada en la banca de este parque. La luz se transforma en niebla, entre las gotas y los chorros de agua.

Un trabajador de limpieza barre mientras habla por teléfono. Barrer lo que no sirve: los escombros, los recuerdos, la pesadez en el cuerpo. Podría concebir una cadencia, un ritmo al mover la escoba, como una suerte de coreografía lenta e íntima. Un barrido que arrulle la nostalgia finalmente. Un andar de olas, antes de partir.

 

Alameda Central,

Centro, CDMX

 

3

Ítaca era un sueño al cual volver. La patria de Odiseo, el lugar del páter. Una casa opulenta y una mujer devota le esperaban. Pero, ¿cómo volver a una Ítaca que sólo existe en los recuerdos?

Cuando niños, jugábamos en la calle, justo frente al Río de los Remedios. Nos bañábamos en el antiguo hueco que formaba una coladera. Se trataba de una tubería rota a un costado del río de aguas negras. Risas y juegos nos salpicaban en alharaca. Al fondo, la pestilencia. El olor de la basura nos llegaba delicadamente, pero nadie nos quitaba la frescura, los gritos, la algarabía de aquellos días.

Ahora contemplo las laderas de ese río. Han cerrado el socavón y otros tantos desde entonces. Bajo la mirada para retomar la caminata. Busco la Ítaca de mi infancia. Lo efímero, lo guardo bajo llave.

 

Río de los Remedios,

Ecatepec, Estado de México