Una tarde de 1897, Gamboa llegó al Hospital Juárez de la Ciudad de México y pidió permiso para visitar el depósito de cadáveres. Allí, tendido sobre una plancha de mármol, estaba el cuerpo de una muchacha a quien conocía. Ante este hecho, tuvo la idea de escribir una novela. Sería la historia de su amiga muerta y de muchas otras víctimas de uno de los problemas más grandes de esa época y de ahora: el del tráfico humano. Esa novela se llamaría Santa.
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