Claudia Solís-Ogarrio escudriña en las entrañas del tiempo y en los senderos de la bóveda celeste: con esa materia crea Tiempo de zafra, poemario antológico donde recupera deslumbrantes visiones de los vivido, la conmoción de momentos estremecedores y no pocos secretos de la intensa pasión y del amor ("en este abrazo encuentro la patria más amada"). Solís-Ogarrio ha hecho un cuidado desbroce: nos comparte diferentes geografías: su barrio, su alma, sus ciudades ("Ottawa en invierno es la estampa de una ciudad de hadas"), sus paisajes o sus lechos, y los convierte en fascinantes revelaciones o en el bosquejo de una "taxonomía de la alucinación". Reverente y –en ocasiones– mero guiño cómplice a la feminidad del fin de siglo, Tiempo de zafra logra hacerse sin problemas un lugar propio en la poesía moderna.
Claudia Solís-Ogarrio escudriña en las entrañas del tiempo y en los senderos de la bóveda celeste: con esa materia crea Tiempo de zafra, poemario antológico donde recupera deslumbrantes visiones de los vivido, la conmoción de momentos estremecedores y no pocos secretos de la intensa pasión y del amor ("en este abrazo encuentro la patria más amada"). Solís-Ogarrio ha hecho un cuidado desbroce: nos comparte diferentes geografías: su barrio, su alma, sus ciudades ("Ottawa en invierno es la estampa de una ciudad de hadas"), sus paisajes o sus lechos, y los convierte en fascinantes revelaciones o en el bosquejo de una "taxonomía de la alucinación". Reverente y –en ocasiones– mero guiño cómplice a la feminidad del fin de siglo, Tiempo de zafra logra hacerse sin problemas un lugar propio en la poesía moderna.
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