En este libro se discute la relación subordinada y el despojo de la Ciudad de México sobre sus pueblos originarios desde la época colonial a la fecha.
Tras la catástrofe demográfica por la epidemia de viruela traída por las tropas de Cortés, los evangelizadores congregaron a los sobrevivientes en nuestros pueblos. si se encomendaban a un santo patrón, edificaban una capilla y juraban lealtad a la Corona, recibían tierras de cultivo. Las mayordomías encargadas de dichos festejos fueron resultado de la confluencia entre el proyecto utópico franciscano y la herencia náhuatl del calpulli; aunque se han ido renovando en respuesta a las presiones urbanas.
Los gobiernos de la Ciudad de México siempre han despojado a los pueblos originarios de sus cultivos, territorios y aguas. Tanto en el Virreinato, como en la Independencia, la Reforma, el Porfiriato y hasta la Revolución. Los viejos pueblos y sus barrios han resistido, sobre la base de un gobierno tradicional electo por usos y costumbres; conocido como mayordomías, fiscales, patronatos o comisiones.
Varios pueblos situados al sur de la Cuenca de México ya no cultivan la milpa por la urbanización; pero preservan rasgos aislados de la cosmovisión mesoamericana y formas de reciprocidad simbólica comunitaria.
Como ocurre en Santiago Zapotitlán, un pueblo originario de la Alcaldía de Tláhuac, donde hasta la década de 1940 se hablaba náhuatl; pero que ha sido estrangulado por la mancha urbana de la Ciudad de México. Como muchos jefes y jefas de familia laboran en Teléfonos de México, resulta común que la abuela prepare tamales en la cocina de humo, al tiempo que los nietos difunden sus tradiciones por las redes digitales.
Al estar dividido en dos barrios, sus festejos son dualistas. Las fiesta patronales se celebran sobre la base de un complejo sistema dual de cargos y mayordomías que funciona de manera cíclica. Las mayordomías apoyan la reproducción –siempre actualizada– de rasgos duales de la cosmovisión mesoamericana al realizar los festejos. Y suelen entrar en competencia por el prestigio ante la comunidad, sin llegar a una ruptura; pero logrando un mejoramiento permanente de carnavales y festejos. Cuando los barrios y pueblos son amenazados por la urbe las mayordomías salen a la defensa, sin olvidar su compromiso tradicional.
Según los ancianos más respetados, su pueblo tuvo un origen tenochca; porque ahí se asentó una guarnición militar, lo que se contrastará en este estudio.
En este libro se discute la relación subordinada y el despojo de la Ciudad de México sobre sus pueblos originarios desde la época colonial a la fecha.
Tras la catástrofe demográfica por la epidemia de viruela traída por las tropas de Cortés, los evangelizadores congregaron a los sobrevivientes en nuestros pueblos. si se encomendaban a un santo patrón, edificaban una capilla y juraban lealtad a la Corona, recibían tierras de cultivo. Las mayordomías encargadas de dichos festejos fueron resultado de la confluencia entre el proyecto utópico franciscano y la herencia náhuatl del calpulli; aunque se han ido renovando en respuesta a las presiones urbanas.
Los gobiernos de la Ciudad de México siempre han despojado a los pueblos originarios de sus cultivos, territorios y aguas. Tanto en el Virreinato, como en la Independencia, la Reforma, el Porfiriato y hasta la Revolución. Los viejos pueblos y sus barrios han resistido, sobre la base de un gobierno tradicional electo por usos y costumbres; conocido como mayordomías, fiscales, patronatos o comisiones.
Varios pueblos situados al sur de la Cuenca de México ya no cultivan la milpa por la urbanización; pero preservan rasgos aislados de la cosmovisión mesoamericana y formas de reciprocidad simbólica comunitaria.
Como ocurre en Santiago Zapotitlán, un pueblo originario de la Alcaldía de Tláhuac, donde hasta la década de 1940 se hablaba náhuatl; pero que ha sido estrangulado por la mancha urbana de la Ciudad de México. Como muchos jefes y jefas de familia laboran en Teléfonos de México, resulta común que la abuela prepare tamales en la cocina de humo, al tiempo que los nietos difunden sus tradiciones por las redes digitales.
Al estar dividido en dos barrios, sus festejos son dualistas. Las fiesta patronales se celebran sobre la base de un complejo sistema dual de cargos y mayordomías que funciona de manera cíclica. Las mayordomías apoyan la reproducción –siempre actualizada– de rasgos duales de la cosmovisión mesoamericana al realizar los festejos. Y suelen entrar en competencia por el prestigio ante la comunidad, sin llegar a una ruptura; pero logrando un mejoramiento permanente de carnavales y festejos. Cuando los barrios y pueblos son amenazados por la urbe las mayordomías salen a la defensa, sin olvidar su compromiso tradicional.
Según los ancianos más respetados, su pueblo tuvo un origen tenochca; porque ahí se asentó una guarnición militar, lo que se contrastará en este estudio.
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