El poeta es testigo de su circunstancia. Su compromiso es dignificar el lenguaje, rescatar su riqueza, su musicalidad, su acervo de vocablos y de fonemas, cuando está siendo prostituido por los medios masivos, los políticos y las redes virtuales de mensajería. La poesía no anuncia un futuro mejor, no es profecía ni manifiesto político, es campana de alarma o redoble de tambor cuando el tejido social se desmorona, cuando su piel se agujera.
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